Pasión,
locura, destrucción, amistad, empatía… son algunas de las sensaciones que
recorren tu cuerpo cuando entre tus manos sostienes 'El búfalo de la noche' de
Guillermo Arriaga. Hay algo en las palabras de Manuel, uno de los vértices de
ese triángulo en que se reparte el protagonismo, que reconoces como propio; una
historia que en ocasiones sientes como vivida; una historia cuyas palabras
reverberan en tu mente buscando nexo de unión entre su ficción y tu realidad.
Desde lo más interior de la
Ciudad de México, Arriaga despliega una trama en la que los protagonistas
discurren en busca del significado objetivo de la vida que creen perdido. Debo
reconocer que Arriaga es uno de los escritores que me gustan: sus historias
tienen arraigo, algo que sale de su yo más interno, de su parte más visceral.
En cada personaje, en cada historia hay parte suya, un trozo de su leyenda
personal que abandona la alacena de los recuerdos y vuelve ahora a vivir
transformado en letras.
Este cazador de historias como el
mismo se define, destacó no sólo en el ámbito literario sino en el
cinematográfico. Algunas de sus creaciones han sido adaptadas a la gran
pantalla como es el caso de 'Amores perros'. Por esta adaptación su director
Alejandro González Iñarritu consiguió la nominación para los Óscar y los Globos de Oro. La conexión con la
verdadera vida urbana marca su trayectoria profesional. Una conexión que
retroalimenta las leyendas de suburbios donde los vencedores son vencidos en
batallas que ganaron hoy pero que perderán mañana.
Hay algo en la literatura de
Arriaga que seduce, que cautiva. Ese recorrido por la geografía emocional de
los protagonistas despierta tus instintos más racionales, buscando respuestas
que nunca encuentras, haciendo preguntas que te devuelvan el equilibrio. A veces
pienso que somos víctimas de nuestro propio progreso. La humanidad avanza cada día, a cada
paso. Pero sin darnos cuenta algo en nosotros está retrocediendo. Hace tiempo
escuché una frase en una película que decía algo así como “he pasado toda la
vida corriendo; ojalá hubiera hecho un alto en el camino para oler las rosas”.
Vivimos en una búsqueda continua de la perfección, material, emocional,
personal, profesional… Una búsqueda que no hace más que alejarnos de nuestro
propio yo, esa voz interna a la que una vez oímos pero que acallamos una y otra
vez. Pero llega el momento en que esa voz no puede ser silenciada por más
tiempo, y los miedos llegan, disfrazados de un búfalo cuya respiración sientes
en tu nunca, vuelven en forma de tijeretas que recorren tu venas y devoran tu
interior sumiendo nuestra existencia en combinación de una materia física,
muerta en vida, que deambula por el mundo de los sentimientos buscando un
salvavidas al que aferrarse para no acabar ahogado en el mar de la locura. Los
más valientes, los más osados, se enfrentan a esa locura, viviendo con ella,
superando el vértigo que tiempo atrás les hizo dar un mal paso. Los más cobardes reniegan de ella,
disfrazando sentimientos, ocultando sus pulsiones más internas con la certeza
de saber que llegará el momento en que tendrán que salir de su guarida para
enfrentarse a sí mismos.
Son muchos los libros que han
sido adaptados al mundo cinematográfico, unos con más acierto que otros. En
este caso, y en una opinión personalísima, creo que la gran pantalla no ha
llegado a hacer justicia a unas letras cargadas de sentimientos, matices y
emociones.
Tu comentario sobre esta novela adaptada al cine de Guillermo Arriaga me ha agradado. Yo vi "Amores perros" y me encantó. Estoy contigo en que muchísimas veces la adaptación cinematográfica queda muy por debajo de la obra literaria. No obstante hay que darse cuenta de que son dos lenguajes distintos.
ResponderEliminarLo mismo sucede en el caso de las adaptaciones al cine de obras teatrales. Veo en tu blog que también tienes un comentario sobre "August: Osage County", película que nace de la obra teatral de Tracy Letts. Sobre ella hice no hace mucho un comentario en mi blog.
Saludos cordiales