jueves, 7 de mayo de 2015

'El rockumental más íntimo jamás hecho'. 'Salvajemente inventivo y creativo. Iluminador'. 'El documental definitivo sobre Cobain'. Lo reconozco, me senté en la butaca con la misma emoción con la que un niño se levanta la mañana de Navidad. Ya había visto toda clase de biografías sobre Kurt Cobain, pero Brett Morgen prometía algo más. El primer documental autorizado sobre el líder de Nirvana, algo profundo y definitivo. No podía esperar más.

Hasta donde yo sabía, el líder de Nirvana había tenido una infancia feliz, truncada por el divorcio de sus padres. Se rebeló contra una familia desestructurada, convirtiéndose en un adolescente problemático, abandonó el colegio, se fue de casa, conoció el punk, la heroína, a Courtney Love (en ese orden) y se pegó un tiro. Clásica historia trágica del mundo del rock. Qué equivocada estaba. 

Wendy O'Connor, la mujer que lo trajo al mundo, me saca de mi error en los primeros minutos. Con lo que yo describo como unas ganas irrefrenables de contar su vida y hacerse relevante, Wendy cuenta como Kurt nació en el seno de una familia irreal: eligió a Donald Cobain porque le caía bien y se supone que casarse y tener hijos era el paso lógico que debía dar. No había lo que llamaríamos pasión, pero pronto nació su primogénito, un perfecto niño rubio de ojos azules, y el hogar de los Cobain se completó. 

Kurt Cobain a la tierna edad de un año
Wendy se presenta a través de sus palabras como una madre enamorada de su hijo, un niño despierto y con unas habilidades innatas para la música. Cuenta cómo ella lidiaba con la hiperactividad de Kurt, a diferencia de su padre, que no lo soportaba y humillaba al niño. La buena de Wendy. Sin embargo, un buen día la típica ama de casa se hartó de serlo y le pidió el divorcio a Donald cuando aquello era la peor vergüenza que nadie podía pasar. Su hijo, que sólo buscaba tener una familia normal, se sentía avergonzado y lo expresaba rebelándose contra todo. Entonces, la madre abnegada le hizo la maleta a su hijo y lo dejó en la puerta de su padre, alegando que ya no podía más. 

Entra en escena Donald Cobain y su nueva esposa. Ella traía consigo dos niños, además del que tuvo la pareja. Una familia feliz en la que Kurt no encajaba. Y el adolescente problemático fue pasando de casa de sus tíos a casa de sus abuelos, de vuelta a casa de su padre y de ahí a la de su madre de nuevo.  Y así nació el sentimiento de rechazo y la rabia que acompañaron a Kurt Cobain el resto su vida. Si habéis escuchado Nirvana alguna vez, sabéis de lo que hablo. 

Kurt Cobain (arriba izquierda) junto a la nueva familia feliz
Y aquí empieza la única parte que me pareció interesante del documental. Resulta desgarrador escuchar al propio Cobain relatar cómo fue su adolescencia, lo solo que se sentía y cómo descubrir la marihuana fue lo único que lo salvó. Acompañado de animaciones, explica las ganas que tenía de quitarse la vida, que ya habían cruzado su mente mucho tiempo antes de apretar el gatillo en su invernadero. Sin amigos, rodeado de gente que él mismo admite que odiaba porque "eran falsos", se tumbó en las vías del tren esperando que todo acabara, pero el universo quiso que eligiera la vía equivocada. No logró acabar el instituto y su madre le puso las maletas en la puerta un buen día. Volvía a estar solo. Y, aún peor, rechazado de nuevo. 

Un Kurt Cobain animado barajando el suicidio
Cuando la historia debería ponerse interesante, cuando deberían revelarnos cómo fue su proceso creativo, cómo escribió las primeras canciones, cuáles eran sus planes... En definitiva, algo personal que no nos hayan contado nunca, lo único que obtenemos es una ex novia que nos cuenta que vivía con ella, que lo mantenía y que nunca lo vio consumir heroína. Para ser el documental más íntimo sobre Kurt Cobain a mi me hace falta algo más que cuatro testimonios superficiales, yo esperaba una puerta abierta a la mente creativa del genio, no las fotos de sus diarios con frases inconexas aquí y allá. 

Del nacimiento y auge de Nirvana nos presentan poca novedad. Que a Kurt Cobain no le gustaba dar entrevistas no era ningún secreto. Me gustaría que me hubieran dicho por qué, no que me pusieran un corte en el que le dice a un reportero que está todo en su música y no tiene nada que decir. Otro espacio en blanco. 

Extracto de uno de los diarios de Kurt Cobain

Y entonces aparece la Reina Madre: Courtney Love. De la espiral de drogas y la depresión que su marido arrastraba prácticamente desde la infancia no tiene nada que decir. Pero cómo se querían. Con locura. Y sólo querían formar una familia porque los dos estaban solos. Qué gran historia de amor. Tampoco me interesa ver como ésta señora no admite, ni en lo más mínimo, su parte de responsabilidad, aunque sea por omisión, en el final del cantante. Aunque, eso sí, admite que Kurt intentó suicidarse con una sobredosis de pastillas poco tiempo antes de conseguirlo finalmente, porque ella había pensado en engañarle con otro. Y él le había leído la mente porque tenían esa clase de conexión, ya sabéis. 

De por qué nadie intentó evitar ese final, de qué pasó con Nirvana en los últimos meses, de qué se le pasaba por la cabeza a Cobain, de si escribía algo al final, nada sabemos. Ni nos lo dirán. Porque en realidad no era Kurt el que no tenía nada que decir, son ellos. Lo único que nos enseñan son fotos y vídeos domésticos del niño que una vez fue, su parcela más privada, y lo que creo que haría que se removiera en su tumba. Porque todo lo demás es accesorio. Le recomendaría a Brett Morgen que recortara el metraje de dos horas y lo redujera a las cintas en las que el mismo Kurt Cobain relata lo que él creyó que debía contar y que hace que entendamos por qué era como era, por qué gritaba como lo hacía, por qué se rasgaba la garganta cada vez que cogía una guitarra. Lo demás es humo. 


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