sábado, 8 de febrero de 2014

Pawhuska, Oklahoma. Beverly Weston (interpretado por Sam Shepard), un poeta de un sólo éxito ganado años atrás, desaparece. Con esa premisa central comienza esta comedia negra que se convierte en drama a medida que los miembros de la familia van llenando la casa y descubrimos que los lazos del amor, el odio y los secretos son más fuerte que la genética. 

Estamos más que acostumbrados a que desde Hollywood nos vendan familias amantísimas, de esas que desayunan tortitas y zumo de naranja recién exprimido, que se dicen "Te quiero" cada vez que cruzan el umbral de la puerta, ese ideal inalcanzable, pero que compramos como algo normal. Si es lo que estás buscando, te aconsejo que no te molestes en ver 'Agosto', porque Tracy Letts ha creado una historia (que ya ganó el Premio Pulitzer en 2008 por la obra de teatro sobre lo que está adaptada el film) en la que cada personaje está compuesto por decenas de matices que los hacen deliciosamente complejos, todos ellos en busca de la felicidad pero a años luz de alcanzarla, viviendo mientras tanto una ilusión personal que intentan poner en escena delante del resto de su familia pero que no hace más que explotar  en cuanto se unen bajo el mismo techo. 

Beverly, Mattie Fae y Ivy compartiendo uno de los pocos momentos en los que nadie se está tirando los trastos a la cabeza
La familia Weston gira en torno a Beverly (interpretada por Meryl Streep), una matriarca cruel que sufre cáncer de boca y una tremenda adicción a los narcóticos. Nadie que esté a su alrededor puede escapar de sus observaciones, la mayoría de las veces extremadamente acertadas, y sus comentarios hirientes. Así que pronto comienzas a preguntarte por qué la soportan, por qué no dejan a esta arpía insufrible sola y vuelven a sus vidas, por muy mal que pueda sonar. Pero es que la familia es la familia, y una tiene que aguantar carros y carretas porque es lo que hay. Podría resumirse en la respuesta de una de las hijas a su marido cuando éste quiere largarse y acabar con tanta presión: "Este manicomio es mi casa". 

Y allí se quedan y capean el temporal las tres hijas del desaparecido: Barbara (Julia Roberts), a la que su madre no deja de recriminarle que se fuera a vivir lejos del pueblo (¿quién puede culparla?) con su marido y su hija de 14 años; Karen (Juliette Lewis), una inocente chica que cambia de novio como quien cambia de chaqueta y que sufre los peores ataques de Beverly; y Ivy (Julianne Nicholson), la más pequeña, la única que se ha quedado cerca de sus padres y que cree que la familia se reduce al ADN y nada más. A ellas hay que sumar a la hermana de Beverly, Mattie Fae (Margo Martindale), su marido, Charles (Chris Cooper), el hijo de éstos y el prometido de Karen, un yupi de Miami desfasado que llega en un descapotable rojo. 

Beverly y dos de sus hijas, Ivy y Barbara
A lo largo de las dos horas que dura el film, el drama adquiere cada vez más ramificaciones y convierte el aire condensado dentro de la casa familiar en irrespirable, a la vez que te muestra como la familia es aquello que te convierte en lo que eres, marcando tu forma de enfrentarte al mundo, pero que además, es capaz de destruirte porque no puedes alejarte de ella cerrando la puerta tras de ti. Habrá quien se vea reflejado en algunos de los personajes, o en todos ellos a la vez, pero de lo que no tengo duda es de que no puedes perderte esta película en la que no hay final feliz para nadie, excepto para ti, que das a gracias a Dios porque has descubierto que, en el fondo, tu familia no estaba tan mal como creías. 


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