En su noveno
largometraje Adolfo Aristarain lleva a escena la historia de Hache, un joven
que busca su lugar en un mundo demasiado simple para su complejidad o demasiado complicado para su sencillez. Mediante
el apoyo de sus cuatro personajes principales, Aristarain habla del drama
urbano, de los amores no correspondidos, del dolor vivo de la nostalgia, de la
insatisfacción de vivir vidas que no quieren ser vividas.
El discurso
fluido y entrelazado de los protagonistas embauca al espectador desde el primer
momento, embriagándole con la esencia de diálogos llenos de vida, llenos de
frases que seducen. Eusebio Poncela da vida a Dante uno de los principales
puntos fuertes de la película. Un perdedor al puro estilo Bukowski que se bebe
la vida a tragos, con la certeza de que con cada sorbo es mejor que todos
aquellos que viven sin saber que están muertos en vida. Es precisamente la
compañía de Dante la que ayuda a Hache a tomar una determinación, a
escuchar, a sentir las pulsiones que
laten en alguna parte de su yo interno y que le llaman a hacer algo aunque no sepa
muy bien el por qué.
Martin Hache
supone la ruptura de una visión estigmatizada del mundo de las drogas. Acerca
las adicciones a la cotidianeidad de sus protagonistas, al día a día de
personas con futuro que necesitan la compañía de los narcóticos para
sobrellevar el absurdo de su presente. Alicia (Cecilia Roth) encarna la cara
más sensible y frágil del largometraje, y probablemente, es la que endulza la
dura realidad de las adicciones. Aunque no es su adicción a las drogas lo que
más cautiva de este personaje, sino una adicción mayor, su amor incondicional a
Martin (Federico Luppi). Hombre huraño y excéntrico, refugiado en la comodidad
de su soledad y en la incapacidad emocional de corresponder a la mujer que le
ama, muestra su lado más delicado cuando el gigante del suicidio parece dar
sombra a la vida de su hijo Hache.
Aristarain
consigue trasladar al espectador con su película a la complejidad de un mundo que vive
demasiado deprisa, un mundo deshumanizado donde se supone que todos tenemos que
ser algo y que no debemos perder nada. Muestra la cara amable de una realidad
en la que los protagonistas se pierden entre rostros de desconocidos haciendo
de las drogas una compañera de viaje que les ayuda a comprender, a entender una
realidad que tienen que vivir. Un viaje a través de la vida oculta de las
palabras que buscan a través de elocuentes discursos seducir a los bizarros
oyentes que quieran dejarse cautivar.
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